Han pasado 200 años desde que Nicéphore Niépce tomó la primera fotografía de la historia. Aquellas borrosas manchas en las que se intuían tejados fueron el principio de una revolución mundial. Desde entonces, el concepto y los usos de la fotografía han ido expandiéndose hasta ocupar un espacio central en nuestra civilización.
Podríamos considerar que vivimos en la era de la imagen. El cine, la televisión, Internet y casi todas las ciencias nos han elevado a donde estamos gracias a la fotografía. Las mil formas que hoy existen de capturar y trasmitir imágenes y los miles de usos que admiten merecen que la toma de imágenes sea considerada como una técnica y un lenguaje esencial merecedor de ser incluido en el sistema educativo básico.
La fotografía, sea como instrumento artístico o como herramienta técnica, tiene sus propias reglas y sorprende que en un mundo dominado por las imágenes una gran mayoría de la población desconozca la sintaxis del lenguaje visual y los fundamentos técnicos de la fotografía digital.
A día de hoy miles de millones de personas portan en sus bolsillos un smartphone capaz de realizar fotografías y vídeos de una altísima calidad técnica. Además, casi todos ellos toman fotografías y vídeos con regularidad. Es evidente que la fotografía, estática o en movimiento, se ha convertido en un lenguaje universal. Como prueba de esta categoría podemos constatar que cada día las personas escriben menos y leen menos, precisamente porque el vídeo y la fotografía están ocupando el espacio de comunicación que durante milenios ocuparon los textos y la palabra.
No es nuestra misión cuestionar si este nuevo modelo de comunicación arroja un saldo positivo o negativo. Tal vez sería mejor aceptar una realidad irreversible y plantearse qué podemos hacer para mejorar nuestro lenguaje audiovisual.
Si nuestro sistema no deja que sea el azar, la familia o los amigos quienes se ocupen de que los jóvenes aprendan matemáticas, biología o literatura, ¿por qué desatiende la enseñanza formal relativa a la creación de imágenes? Este descuido no solo supone una pérdida general de capacidades comunicativas, también facilita que los ciudadanos sean presas fáciles de las herramientas de manipulación que se sirven de la imagen como instrumento.
Sabemos que el lenguaje escrito y el lenguaje hablado sirven de soporte a la mentira, pero hay una falsa creencia que establece que una imagen no miente. Quienes conocemos el lenguaje visual sabemos que esto no es verdad, las imágenes, al igual que las palabras, pueden estructurarse para contar una mentira y además pueden hacerlo sin alterar la realidad que muestran.
Consideramos que el lenguaje visual merece un espacio destacado en nuestros sistemas básicos de enseñanza. Si queremos que el proceso de sustitución del lenguaje textual por el lenguaje iconográfico se produzca con el menor daño posible, los alumnos han de conocer las bases técnicas de la fotografía, los distintos modelos de composición, las distintas categorías de planos y las bases del lenguaje cinematográfico. Mientras esto no suceda veremos cómo niños y adultos navegan a la deriva en un mar de imágenes en el que le resultará difícil entenderse y explicarse.