Celso Peace

Algunas dificultades de la fotomascota

El retrato fotográfico suele manejarse como algo estático. En los retratos humanos, fotógrafo y modelo acostumbran a permanecer inmóviles en sus respectivas posiciones.

Muchas mascotas no comparten este concepto tranquilo y previsor. Esta es la primera dificultad que ha de afrontar un fotógrafo de mascotas. Un cierto número de perros y la mayoría de los gatos harán lo posible para escapar del set fotográfico tan pronto como empiece la sesión. La mayoría de las mascotas no han aprendido la orden de mirar a la cámara o simplemente la de permanecer quieto. Esta es la segunda dificultad importante que hemos de resolver como fotógrafos de mascotas.

El concepto de espacio personal también puede significar problemas en nuestra relación con perros o gatos, muchos tienden a alejarse cuando, cámara en mano, tratamos de acercarnos. En otras ocasiones la dificultad surge de su excesiva proximidad, si caemos simpáticos al animal saltará sobre nosotros y nuestra cámara. En resumen, puede ser difícil llegar a un acuerdo sobre la distancia correcta. La meta de muchos perros y de casi todos los gatos es salir de nuestro encuadre.

La comunicación perro-humano ha avanzado poco en los últimos 10.000 años. Nadie sabe aún cómo pedir a un perro que sonría, de hecho no pueden hacerlo. Tampoco atienden a la orden de levantar las orejas o mantener la espalda erguida. Si el set les ha asustado o se sienten intimidados, tenderán a encorvarse y bajar las orejas, y esa postura no resulta fotogénica.

Quien inventó el trabajo duro no se lo explicó a las mascotas. Su capacidad de permanecer atentos en una sesión fotográfica no suele superar los 45 minutos, y el récord podría ser la hora y media. Todo ello descontando pequeños descansos cada vez que cambiamos de composición y un esfuerzo continuo de estimulación por parte del equipo y de su dueño. No es extraño que a mitad de la sesión nuestro modelo peludo comience a quedarse dormido y nos resulte imposible que mantenga los ojos abiertos.

Los estímulos visuales, gustativos y auditivos son una herramienta fundamental en la fotomascota. El perro ideal permanece atento a aquello que queramos mostrarle, mira cuando lo llamamos o silbamos y está dispuesto a lo que sea con tal de comerse una chuche. La mayoría de los perros responden a este modelo, pero en ocasiones les importan un comino silbidos y volteretas y no le interesan nuestras chuches. En el caso de los gatos los porcentajes se invierten, la mayoría se muestran abiertamente hostiles desde el minuto cero y no están dispuestos a negociar nada con el fotógrafo. Cuando los estímulos no funcionan tenemos un verdadero problema. En estos casos, la solución está en su propietario, sobre él recaerá el esfuerzo titánico de conseguir que la criatura pose y salve la sesión.

Hasta aquí hemos dibujado el grueso de nuestras preocupaciones a la hora de fotografiar mascotas. Como tema menor, quedan los pelos que suelen adherirse a ropas y mobiliario, los pises y cacas de efecto sorpresa y los ocasionales destrozos que puede provocar un animal entusiasmado o nervioso. Sea como sea, fotografiar mascotas es una especialidad en toda regla, que requiere técnica, paciencia y un buen conocimiento de la condición animal, pero todo el esfuerzo se ve compensado cuando conseguimos representar en una imagen la relación especial que mantienen perros y humanos.